miércoles, 15 de mayo de 2013


Venezuela: El pueblo ya maduró
¿Qué Caracas quieres tú?

Hay una Caracas de Bolívar, otra de Carlos Andrés Pérez; una de la gente, otra no sé de quién diablos; una de los pobres, otra de la Globalización; hay una  Caracas del pueblo, otra de los imperialistas; una de  Nicolás Maduro, otra de Capriles; hay una Caracas de la Prensa boca a boca y otra de los grande medios de comunicación; hay una Caracas junto a Bolivia,  Cuba, Ecuador,  y otra que no se con quien se junta. ¿Qué Caracas quieres tú? Caracas no es una.
Lima,  Buenos Aires, La Paz, Santiago, Quito, Cali, tampoco lo son. Y es que uno se divide en dos.
A comienzos del siglo XIX, allá por las décadas del 10 y del 20, de Caracas venía todo: La Vida, la Libertad. Ahora  solo vienen dictaduras. Por lo menos eso dicen algunos.
El pueblo de Venezuela es quizá  uno de los más transparentes y poco contaminados con eso que –en las décadas de los 60, 70 y 80–  se conocía como revisionismo. Caracas no tuvo una CGTP, pero quizá eso explique su actitud más decidida cuando se trata de salir a las calles para defender la libertad. A Caracas nadie le enseñó aquello de que “con la violencia no se defiende lo conquistado”. Caracas es medio chúcara, medio silvestre, pero no por eso menos leal a la defensa de derechos y libertades democráticas.
Caracas pareciera haber sido forjada por la historia para nunca andar con medias tintas. No hay términos medios. “O estás aquí o estás allá”. O apoyas la denominada Revolución Bolivariana o no la apoyas.
En el siglo XIX, el pueblo de Venezuela mandó a Bolívar a que sirva a los países de la región como el Perú en su emancipación de yugo español; en el siglo XX, es el centro de las miradas para lo que podrían hacer y ser otros países.
Caracas no es Paris en el siglo XVIII, cuando los partisanos de La Comuna se enfrentaron nada menos que al ejército francés de Thiers y a las tropas invasoras de  Prusia –que humillaron al ejército que un día estuvo comandado por Napoleón, pero no pudieron derrotar el Ejército del Pueblo conformado por miles de obreros desharrapados–. 
Más de veinte mil muertos después, cuando Paris se tiñó de rojo intenso con la sangre de sus mejores hijos, la burguesía gala entendió que con los obreros, con la clase, no se juega. Y que si se trata de poner la cuota de sangre, simplemente la ponen. Porque cuando se trata de defender la libertad, el pueblo no hace cálculos ni se anda con cosas.
No sabemos si el señor Maduro está a la altura de la grandeza del pueblo venezolano. Quizá sea cierto que en  las horas actuales al pueblo venezolano le falte un Bolívar. Hasta hace poco un Chávez le alcanzaba para sintetizar sus demandas, hoy Maduro resulta deficitario.
Maduro es más diplomático que militar, más cazador de pajaritos que político. Tiene un cierto carácter de inocentón, de bebote grande. Le falta fuerza de carácter. Tampoco es un Correa de la fundamentación, de la palabra bien dicha y bien puesta. Y, de hecho, menos aún es un Chávez de convicción y fortaleza del alma capaz de mover millones de voluntades. Maduro no tiene el talente de la irreverencia para desafiar a monarcas imperiales. 
Seguro por eso, la derecha pensó tumbarlo con relativa facilidad. Y, casi lo logra. Más que por méritos de ella misma, por los errores del propio Maduro. Resulta sumamente expresivo que el gobierno de Nicolás Maduro se inicie mirando pajaritos en el aire. Hasta en el idealismo y la metafísica, todo tiene un límite.
Chávez ha ganado otra elección, esta vez más allá de la muerte. Acaba de sumar al chavismo su proceso electoral ganado número cinco, algo que no ha hecho, ciertamente,  ninguna otra organización política en el mundo. Es su victoria número 17,  de las 18 en las que ha participado.
Pero, cuatro meses atrás, el partido de Chávez, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), ganó en 20 de los 23 Estados del país. En las recientes elecciones del 14 de Abril, Capriles ha ganado en la tercera parte de los Estados. El 07 de octubre del 2012, hace seis meses, Chávez Frías consiguió su cuarta victoria presidencial consecutiva alcanzando 8´191, 132 votos (55.07%) relegando a su adversario Henrique Capriles a la cantidad de 6´591.304 (44.31%), con más de 11 puntos de ventaja.
La máxima diferencia que logró Chávez contra su más cercano perseguidor, Manuel Rosales, un ex alcalde de Maracaibo, fue en las presidenciales del 3 de abril del 2006 con 26 puntos y una ventaja de casi tres millones de votos. La diferencia que acaba de obtener Nicolás Maduro sobre Henrique Capriles es de apenas 1,77 puntos porcentuales.
Lo cierto es que no ha ganado propiamente Nicolás Maduro, sino el llamado “Legado de Chávez”. La marcha en automático de la maquinaria que creó Chávez, ha ganado casi por inercia. El desafío del señor Maduro es que las cosas marchen no por la Ley de la Gravedad, sino por el trabajo de defender lo conquistado. Tiene que madurar haciendo lo que es una necesidad para el pueblo venezolano.
En síntesis: Maduro no está maduro. El pueblo venezolano si lo está. Deberá madurar al calor del servicio al pueblo de todo corazón. O, ¿de qué otra manera se puede madurar sino es sirviendo al pueblo de todo corazón?
Aun con las muertes de siete hijos de Venezuela, Caracas no era, no es Paris.  Pero estaba dispuesta a serlo si se trataba de defender eso que –como se llame– les sirve, les da de comer, los viste, les atiende cuando se enferman, les educa. Porque para eso tienen petróleo y tienen derecho a vivir del  petróleo. ¿Si Inglaterra casi todo el siglo XVIII vivió del carbón y de la hulla por qué Venezuela no puede vivir del petróleo, si produce más de un millón de barriles diarios de crudo? O, ¿quiénes deben disfrutar de esa bendición de  la naturaleza? O, ¿es que el petróleo venezolano debe ser para un puñado y no para el pueblo?
Para los venezolanos, en tanto no haya algo mejor, también vale y sirve el denominado “Estado de Bienestar” el mismo que de una u otra manera también tuvo y tiene el propio EE.UU. 
O, ¿Cuántos Estados en el mundo pueden darse la satisfacción de subsidiar a su población desempleada por seis meses y hasta un año como ocurre también en muchos países de Europa? Eso mismo que los europeos de la pos guerra ahora extrañan, que no es sino la leve función del Estado cumpliendo su –valga la redundancia– función de atender las necesidades de su población en cuanto a sus más elementales Derechos Fundamentales, también le asiste al pueblo venezolano, sino para qué sirve la maquinaria estatal que vive del impuesto de las inmensas mayorías.



Foto: Maduro es más diplomático que militar, más cazador de pajaritos que político. Tiene un cierto carácter de inocentón, de bebote grande. Le falta fuerza de carácter

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