viernes, 3 de mayo de 2013

CONTRASENTIDO EN EL MUNDO


La Guerra que No Llega

Sesenta años después del Armisticio en la tensa Península Asiática, el tiempo parece ratificar que se trata de una Segunda Guerra de Corea que no termina de Llegar. Y, todo indica, no llegará. No por lo menos en el tiempo inmediato.
 
Su drama es parecido al del personaje de la obra de Gabriel García Márquez El Coronel no tiene quién le escriba. Pero, acaso también emule al personaje de la obra de José Saramago Todos los Nombres. Un tipo que se pasa la vida coleccionando nombres buscando entender quién es, y quiénes son las personas que lo rodean.
En términos más populares, quizá estemos frente a la casi parábola de “El Pastor y el Lobo”. “Viene el lobo, viene el lobo”, gritaba un pastor chistoso que gustaba jugar con el temor de la población. Anunciaba al lobo una y otra vez. Lo cierto es que el lobo nunca llegaba. No había lobo, pero el miedo rondaba, aunque cada vez más en retroceso. Un día incursionó de verdad el lobo y se devoró al pastor.
Los yanquis no son pastores ni los norcoreanos son lobos, ni la guerra es un chiste, pero resulta indudable que hay personajes históricos a los que les gusta jugar con los temores de la humanidad, más aún en tiempos de crisis. Una población temerosa se entrega a los brazos de cualquier “salvador”.
Las amenazas de guerra entre la República Popular Democrática de Corea –más conocida como Corea del Norte– y  EE.UU. son reflejo de la contradicción mundial principal hoy entre el Imperialismo y las Naciones Oprimidas. Pero, dichas amenazas de guerra son también parte de la contradicción interimperialista entre EE.UU. y China, siendo la primera superpotencia hegemónica única y, la segunda, seria aspirante a superpotencia mundial. De modo que estamos frente a una Bipolaridad en ciernes, en perspectiva. A futuro.
Y, sin embargo, también es bien cierto que hay otras contradicciones imperialistas, por ejemplo, las existentes entre EE.UU. y la Unión Europea (UE) o entre ésta y Rusia.  O, entre China y Japón. Una maraña de contradicciones mundiales que bien pueden servir para entender mejor lo que viene ocurriendo en la Península Coreana, más aún en medio de la segunda crisis económica mundial de la globalización desde el 2008, que está golpeando a EE.UU. y, particularmente, a Europa.
La Península coreana que se encuentra entre el Mar Amarillo y el Mar del Este o Mar del Japón resulta estratégica para fines no solo comerciales, sino principalmente políticos. Es, estratégicamente, área de relativo dominio de EE.UU. y zona de influencia de China, pero también lo es de Rusia y Japón.
Luego de concluida la primer a guerra de Corea en 1953, en el contexto en el que a nivel mundial había un mundo capitalista comandado por EE.UU. y –hasta 1956– un mundo Socialista comandado por la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), en más de una oportunidad EE.UU. pretendió declararle la guerra a Corea del Norte.
La última vez fue en 1994, durante la administración del señor Clinton. Era fines de junio. El ex presidente Carter tuvo que volar de urgencia a Pyongyang. Corría el año en que el entonces mandatario Kim Jong Il Song –padre de Kim Jong, actual mandatario norcoreano– puso en funcionamiento el complejo nuclear de Yongbyon. Carter arrancó el compromiso de Kim Jong Il Song  para congelar el Proyecto. Clinton tenía apenas seis semanas en el gobierno. Kim Jong Il Song calificó las eventuales sanciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas como un “Acto de Guerra”.
Esa crisis duró año y medio. Se agravó cuando Corea del Norte, en mayo del 94, descargó del reactor de Yongbyon nada menos que 800 barras de combustible irradiado, las mismas que contenían una cantidad de plutonio suficiente como para fabricar cinco o seis bombas atómicas.
Estamos en la última década del siglo XX. La denominada “Cortina de Hierro” había caído. El “Mundo Socialista”, entró en bancarrota y descomposición. En definitiva, desde 1976, no hay ningún país socialista en el mundo.
Estados Unidos quedó como superpotencia hegemónica única y desenvolvió una ofensiva guerrerista mundial buscando consolidarse como tal. Se metió en la ex Yugoslavia –a la que partió en Serbia y Montenegro–; junto con los franceses, en Ruanda y Somalia, con un saldo de más de un millón de muertos; en Irak, entre otros.
El octubre del 94, EE.UU. y Corea del Norte llegaron a un Acuerdo Marco que ratificó el compromiso conseguido por Carter. La Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) selló el reactor de  Yongbyon, puso las barras de combustible irradiado en cajones de hormigón y custodió la instalación hasta el 2002.
En esos años, en los que el imperialismo norteamericano se mostraba mucho más arrogante que ahora, pospuso un eventual ataque a Corea del Norte muy consciente acaso de que ese país no era como Yugoslavia ni como Ruanda ni como Somalia ni como Irak.
Y es que desde los 50 del siglo XX, Corea del Norte se convirtió en una suerte de mar armado. Quizá su temida bomba atómica estuvo siempre ahí: en la fuerza del número de su población militarizada. Es el segundo ejército –luego de China– más numeroso del mundo con alrededor de 1,7 millones de soldados y cerca de 8 millones de reservistas. Cuando en los años sesenta le preguntaron a un estratega militar norteamericano cómo se podía entrar a China, respondió: “Todos sabemos cómo se entra a China, el problema es cómo salimos”.
Durante ese periodo –particularmente entre 1998 y el 2000– Clinton quiso llegar a un acuerdo global proponiendo al régimen norcoreano ayuda económica a cambio del congelamiento de su Programa Nuclear. Pero la Inteligencia Americana descubrió que Pyongyang estaba importando tecnología para un nuevo Programa Nuclear de enriquecimiento del Uranio. Los Republicanos se les fueron encima a los Demócratas calificándolos de complacientes con un “Estado Canalla”. Los acusaron de encubrir una prueba de muerte que violaba la Resolución de la ONU contra el programa armamenticio de Corea del Norte.
Desde esa tensa situación, la que viene ocurriendo en el 2013 resulta la más grave y delicada. La de ayer fue cuando el viento del Este prevalecía sobre el viento del Oeste; la de hoy, en momentos en que fuertes vientos de crisis económica golpean a las potencias imperialistas y cuando China tiene en miras llegar a superpotencia mundial.
Si ya Corea del Norte tenía una temida bomba expresada en la fuerza del número de su población, se propuso, enseguida, en términos estrictamente militares, fabricar una bomba atómica. Y todo indica que lo ha conseguido.
Contradictoriamente, pareciese que es precisamente eso lo que está evitando hasta ahora una Segunda Guerra en la Península coreana. En otras circunstancias, ¿no es acaso cierto que el imperialismo norteamericano ya los hubiese arrasado? La lógica de la historia antigua como reciente dice que sí. Y es que la denominada lógica disuasiva no es solo válida para EE.UU. Lo es también para otros países. Quizá por eso el gendarme mundial norteamericano se opone a que naciones oprimidas como Irán tengan sus propias bombas atómicas.
La arrogancia está ahora del lado de las trincheras de Corea del Norte. El miércoles 03 de Abril se propuso “Atacar sin compasión” a las bases militares norteamericanas. Pero, la madre historia también enseña que los arcos se templan hasta un cierto límite más allá de los cuales se pueden quebrar.

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