La
Guerra que No Llega
Sesenta años después del Armisticio en la tensa Península
Asiática, el tiempo parece ratificar que se trata de una Segunda Guerra de
Corea que no termina de Llegar. Y, todo indica, no llegará. No por lo menos en
el tiempo inmediato.
Su drama es parecido al del
personaje de la obra de Gabriel García Márquez El Coronel no tiene quién le escriba. Pero, acaso también emule al
personaje de la obra de José Saramago Todos
los Nombres. Un tipo que se pasa la vida coleccionando nombres buscando
entender quién es, y quiénes son las personas que lo rodean.
En términos más populares,
quizá estemos frente a la casi parábola de “El Pastor y el Lobo”. “Viene el
lobo, viene el lobo”, gritaba un pastor chistoso que gustaba jugar con el temor
de la población. Anunciaba al lobo una y otra vez. Lo cierto es que el lobo nunca
llegaba. No había lobo, pero el miedo rondaba, aunque cada vez más en
retroceso. Un día incursionó de verdad el lobo y se devoró al pastor.
Los yanquis no son pastores ni
los norcoreanos son lobos, ni la guerra es un chiste, pero resulta indudable
que hay personajes históricos a los que les gusta jugar con los temores de la
humanidad, más aún en tiempos de crisis. Una población temerosa se entrega a
los brazos de cualquier “salvador”.
Las amenazas de guerra entre la
República Popular Democrática de Corea –más conocida como Corea del Norte–
y EE.UU. son reflejo de la contradicción
mundial principal hoy entre el Imperialismo y las Naciones Oprimidas. Pero,
dichas amenazas de guerra son también parte de la contradicción
interimperialista entre EE.UU. y China, siendo la primera superpotencia
hegemónica única y, la segunda, seria aspirante a superpotencia mundial. De
modo que estamos frente a una Bipolaridad en ciernes, en perspectiva. A futuro.
Y, sin embargo, también es bien
cierto que hay otras contradicciones imperialistas, por ejemplo, las existentes
entre EE.UU. y la Unión Europea (UE) o entre ésta y Rusia. O, entre China y Japón. Una maraña de
contradicciones mundiales que bien pueden servir para entender mejor lo que
viene ocurriendo en la Península Coreana, más aún en medio de la segunda crisis
económica mundial de la globalización desde el 2008, que está golpeando a
EE.UU. y, particularmente, a Europa.
La Península coreana que se
encuentra entre el Mar Amarillo y el Mar del Este o Mar del Japón resulta
estratégica para fines no solo comerciales, sino principalmente políticos. Es,
estratégicamente, área de relativo dominio de EE.UU. y zona de influencia de
China, pero también lo es de Rusia y Japón.
Luego de concluida la primer a guerra
de Corea en 1953, en el contexto en el que a nivel mundial había un mundo capitalista
comandado por EE.UU. y –hasta 1956– un mundo Socialista comandado por la ex
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), en más de una oportunidad
EE.UU. pretendió declararle la guerra a Corea del Norte.
La última vez fue en 1994, durante
la administración del señor Clinton. Era fines de junio. El ex presidente
Carter tuvo que volar de urgencia a Pyongyang. Corría el año en que el entonces
mandatario Kim Jong Il Song –padre de Kim Jong, actual mandatario norcoreano–
puso en funcionamiento el complejo nuclear de Yongbyon. Carter arrancó el
compromiso de Kim Jong Il Song para
congelar el Proyecto. Clinton tenía apenas seis semanas en el gobierno. Kim
Jong Il Song calificó las eventuales sanciones del Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas como un “Acto de Guerra”.
Esa crisis duró año y medio. Se
agravó cuando Corea del Norte, en mayo del 94, descargó del reactor de Yongbyon
nada menos que 800 barras de combustible irradiado, las mismas que contenían
una cantidad de plutonio suficiente como para fabricar cinco o seis bombas
atómicas.
Estamos en la última década del
siglo XX. La denominada “Cortina de Hierro” había caído. El “Mundo Socialista”,
entró en bancarrota y descomposición. En definitiva, desde 1976, no hay ningún
país socialista en el mundo.
Estados Unidos quedó como
superpotencia hegemónica única y desenvolvió una ofensiva guerrerista mundial
buscando consolidarse como tal. Se metió en la ex Yugoslavia –a la que partió
en Serbia y Montenegro–; junto con los franceses, en Ruanda y Somalia, con un
saldo de más de un millón de muertos; en Irak, entre otros.
El octubre del 94, EE.UU. y
Corea del Norte llegaron a un Acuerdo Marco que ratificó el compromiso
conseguido por Carter. La Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA)
selló el reactor de Yongbyon, puso las
barras de combustible irradiado en cajones de hormigón y custodió la
instalación hasta el 2002.
En esos años, en los que el
imperialismo norteamericano se mostraba mucho más arrogante que ahora, pospuso
un eventual ataque a Corea del Norte muy consciente acaso de que ese país no
era como Yugoslavia ni como Ruanda ni como Somalia ni como Irak.
Y es que desde los 50 del siglo
XX, Corea del Norte se convirtió en una suerte de mar armado. Quizá su temida bomba
atómica estuvo siempre ahí: en la fuerza del número de su población
militarizada. Es el segundo ejército –luego de China– más numeroso del mundo
con alrededor de 1,7 millones de soldados y cerca de 8 millones de reservistas.
Cuando en los años sesenta le preguntaron a un estratega militar norteamericano
cómo se podía entrar a China, respondió: “Todos sabemos cómo se entra a China,
el problema es cómo salimos”.
Durante ese periodo
–particularmente entre 1998 y el 2000– Clinton quiso llegar a un acuerdo global
proponiendo al régimen norcoreano ayuda económica a cambio del congelamiento de
su Programa Nuclear. Pero la Inteligencia Americana descubrió que Pyongyang
estaba importando tecnología para un nuevo Programa Nuclear de enriquecimiento
del Uranio. Los Republicanos se les fueron encima a los Demócratas
calificándolos de complacientes con un “Estado Canalla”. Los acusaron de
encubrir una prueba de muerte que violaba la Resolución de la ONU contra el
programa armamenticio de Corea del Norte.
Desde esa tensa situación, la
que viene ocurriendo en el 2013 resulta la más grave y delicada. La de ayer fue
cuando el viento del Este prevalecía sobre el viento del Oeste; la de hoy, en
momentos en que fuertes vientos de crisis económica golpean a las potencias
imperialistas y cuando China tiene en miras llegar a superpotencia mundial.
Si ya Corea del Norte tenía una
temida bomba expresada en la fuerza del número de su población, se propuso,
enseguida, en términos estrictamente militares, fabricar una bomba atómica. Y
todo indica que lo ha conseguido.
Contradictoriamente, pareciese
que es precisamente eso lo que está evitando hasta ahora una Segunda Guerra en
la Península coreana. En otras circunstancias, ¿no es acaso cierto que el
imperialismo norteamericano ya los hubiese arrasado? La lógica de la historia
antigua como reciente dice que sí. Y es que la denominada lógica disuasiva no
es solo válida para EE.UU. Lo es también para otros países. Quizá por eso el
gendarme mundial norteamericano se opone a que naciones oprimidas como Irán
tengan sus propias bombas atómicas.
La arrogancia está ahora del
lado de las trincheras de Corea del Norte. El miércoles 03 de Abril se propuso
“Atacar sin compasión” a las bases militares norteamericanas. Pero, la madre
historia también enseña que los arcos se templan hasta un cierto límite más
allá de los cuales se pueden quebrar.
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