La
relación entre Chile y Perú nunca fue de la mejor. Eso lo saben los pueblos
peruano y chileno que ha sufrido en carne propia los afanes belicistas del
estado chileno y la poco viril conducta del estado peruano. La historia se ha
encargado de registrar cada episodio sangriento y derrota política entre ambos
países. Pero la actuación agresiva de los chilenos no se remonta a la guerra
del pacífico, en 1879.
Desde
1835, Chile ya mostraba una conducta beligerante contra el Perú. En ese
entonces, el gobierno chileno logró persuadir a Felipe Salaverry para firmar un
vergonzoso Tratado de Libre Comercio a favor de Chile y en perjuicio del Puerto
del Callao. Fue la primera vez que se produjo un conflicto donde, curiosamente,
el pueblo arequipeño le propinó una derrota al poderoso ejército chileno. Un
año más tarde, Chile volvería a invadir Perú logrando disolver y derrotar a la
Confederación Perú Boliviana.
La
historia pinta una tragedia atroz en 1879 con una guerra que le costó la derrota
a Perú y Bolivia. En el último siglo, nuevos conflictos que, si bien no
llegaron al derramamiento de sangre, demostrarán las constantes tensiones entre
ambos países.
Chile
siempre ambicionó suelo peruano. Se dice que en un futuro no lejano espera invadir
nuevamente el país, en busca de los recursos naturales, especialmente del agua,
que no tiene.
No
es casual que la inversión chilena actualizada al año 2014 haya llegado a la cifra
de 15 mil millones de euros, según la Embajada chilena en Perú. Chile es uno de
los mayores inversionistas en Perú, sus negocios en la industria retail,
inmobiliarias y seguros es ofensiva. Pero el dinero chileno no se cuida con una
supuesta estabilidad jurídica proporcionada por el Estado peruano, que solo le
sonríe a la inversión extranjera y que sufre fuertes desequilibrios por el
llamado ruido político (manifestaciones sociales, crisis políticas, etc.). El
dinero chileno requiere un respaldo de su Estado, que controla la segunda
fuerza militar más poderosa del Continente, muy por encima de Argentina y
Colombia.
No
es extraño entonces, observar su interés por disponer de un sistema de
inteligencia, que incluye la distribución de espías y colaboradores (oficiales
y no oficiales) en todo el continente con quienes han trabajado (trabajan y
seguirán trabajando) desde hace dos siglos para mantener un control de la
información estratégica de sus históricos enemigos como es el caso del Perú.
Por
eso, no sorprende el reciente escándalo surgido por la presencia del “peruano”
espía al servicio del país sureño. La posición del gobierno peruano no puede
ser un acto demagógico que termine en bravatas y acciones oportunistas, debe
constituirse en una posición monolítica que una y cohesione a la nación entera
ante cualquier amenaza contra la soberanía nacional.
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