Es na revista ayacuchana de análisis que se edita mensualmente. Su circulación se realiza en las ciudades de Ayacucho, Huanta y, desde 2009, en el Valle Río Apurímac, Ene y Mantaro. También circula en algunos puntos de Lima, específicamente en distritos como Villa El Salvador, San Juan de Lurigancho y el Cercado de Lima. Pronto: en Ica, Huancayo, Apurímac, Huancavelica.
domingo, 14 de agosto de 2011
lunes, 8 de agosto de 2011
UN PROBLEMA. No leer la letra chiquita
Sin lugar a Reclamo
GABINETE DE COLORES
Escribe: ALVARO ESPEJO
Conocidas las reglas de juego, sabidas las sabias palabras de que una cosa es con cajón y otra con guitarra, difundida la letra chiquita en el mismo contrato, estando también la sujeción a la ley de la oferta y la demanda, no hay lugar a reclamo alguno por mucho que esto no sea un negocio, sino una elección política. Peor aún, porque la historia del Perú en materia de vendedores de sebo de culebras, demagogos, ilusionistas, truhanes y farsantes está repleta.
Quienes se ilusionaron y sembraron ilusiones en torno al señor Ollanta Humala hoy se quejan de haber sido engañados o estafados.
“Esto se puede ir a la porra”, “nos han estafado”, “creo que hemos elegido a un segundo Toledo”.
Y es que los expresivos signos que viene lazando el señor Ollanta Humala con el nombramiento en las carteras de economía, la presidencia del Consejo de Ministros, poniendo a los señores Castillo y Lerner Ghittis, respectivamente, así como la renovación de la confianza al señor Julio Velarde en la presidencia del BCR lleva a pensar a quienes votaron por el electo mandatario pensando que era de izquierda, que ahora se está derechizando.
Y reclaman. Y no son pocos. Más de un editorial, al respecto, ha dedicado el periodista César Lévano en las páginas del diario La Primera. Seguramente con todo derecho, en el sentido de la libertad de expresión. El señor Mirko Lauer también se ha pronunciado en el sentido de la incongruencia entre el prometido crecimiento con inclusión social y la designación de personajes de la derecha extrema que nada tienen que con la inclusión social.
Hay quienes piensan también que la derecha se ha almorzado al señor Ollanta Humala con zapatos y todo.
Lo cierto es que el ahora flamante presidente está actuando dentro de la derecha para la que siempre jugó. Ciertamente con su práctica, no con sus palabras. Estaba en la letra chiquita que debieron leer al momento de comprar el producto quienes le dieron su voto pensando que era la prometida izquierda o que representaba los intereses de las grandes mayorías.
¿Y ahora, que van a hacer?
EDUCACIÓN. Cifras de Desaprobación
DESARMANDO A LOS MÁS POBRES
La Guerra por la Educación
Escribe: Rómulo Velásquez
En el terreno educativo también se libra una suerte de guerra en la que las clases dominantes pretenden desarmar a los más pobres negándoles el instrumento, el arma de la educación. Y es que un enemigo ignorante es fácilmente vencido. Ciertamente, la educación es liberadora, cuestionadora, transformadora. De modo que la educación tiene trascendencia estratégica. En todo caso, las recientes luchas de los estudiantes en el Perú –Huancayo, Huancavelica, Ayacucho– y en el mundo –particularmente, las de los jóvenes chilenos– no dejan lugar a dudas respecto a la trascendencia de la educación que, definitivamente, no se la puede reducir al plano economicista como ocurre con el neoliberalismo.
Más de 20 años de neoliberalismo solo han servido para acentuar la crisis educativa. Hay más “instituciones” educativas, pero cada vez menos educación. Los problemas vivos de la educación en el Perú, continúan más vivos que nunca.
“Cero analfabetismo”, “El Perú avanza”, son frases demasiado lejanas para la realidad educativa.
El 30% de los niños de las zonas rurales no estudian. Miles de peruanos no saben leer ni escribir. Los departamentos más golpeados con el flagelo de la crisis educativa son Huancavelica, Ayacucho y Apurimac.
Tres millones 367 mil niños y niñas que terminan la escuela primaria no comprenden lo que leen. Más de un millón de adolescentes de secundaria no pueden resolver las cuatro operaciones básicas, y un millón 670 mil 760 de ellos continúan sin entender lo que leen.
Cerca de medio millón de niños en el campo se encuentran excluidas de la escuela y millones de niños llegan con grandes desventajas en salud, nutrición y protección. Y es que el 80% de los niños del Perú sufren de anemia. El 60% de los alumnos de los colegios públicos tienen rendimiento inferior al promedio o desaprobatorio.
Más de 2 millones de pobres en el país nunca han pisado colegio alguno, porque simplemente carecen de los recursos económicos para hacerlo. O sea, hay gente aquí –y no son pocos– que si estudia tiene que dejar de comer. Y si hacen las dos cosas: “mal estudian” y “mal comen”.
Se sabe que más de 3 millones abandonaron las aulas -o “desertaron”, como les dicen-, porque estudiando no podían trabajar para comer. Tal parece que la guerra educativa la vienen perdiendo los pobres. Aunque, ciertamente, es una guerra que no ha terminado aún.
Hechos son hechos. ¿Se pretende arrebatar a nuestros niños y jóvenes su derecho a la educación, salud y alimentación? ¿Se busca desarmarlos desde la cabeza hasta el estomago? Los resultados demuestran que estamos frente a una educación cada vez más inaccesible para el pueblo. Desarman a los más atrevidos, a los jóvenes pensantes y operantes. A los pobres.
Ese es el quid del asunto. Se trata entonces de quitarles a los jóvenes todos los instrumentos que estén a su alcance, para su progreso y desarrollo, para servir al pueblo de todo corazón. Las clases dominantes no buscan mejorar la educación de los pobres. ¿Cómo van a querer mejorar la educación, si no quieren que los jóvenes piensen y transformen la sociedad en una nueva?
Seguramente por eso los jóvenes estudiantes de las universidades del centro, de Huancavelica y de Ayacucho ven en sus luchas una suerte de guerra estratégica entre el progreso y el atraso, entre transformar y vegetar, entre lo nuevo y lo viejo. Y le han puesto al señor Ollanta Humala en su agenda una lección que debe aprender, atender y resolver.
¿De dónde sacarán dinero para educarse los más de 10 millones de peruanos que viven en pobreza? Es imposible costearlo. No tienen otro camino que el de exigir al estado que cumpla con sus funciones y aumenten el actual presupuesto de 3 % a 6 % del PBI. Demanda razonable, más aún si se habla de un crecimiento de 8 % a 9 %.
La Municipalización de la educación, la carrera pública magisterial, los colegios emblemáticos, el tráfico con una –entendemos– necesaria evaluación de los maestros, la reducción de las licencias sindicales, la contratación de nuevos profesores, así como la declaración ilegal de los paros y huelgas del magisterio, constituyen la política educativa neoliberal.
La educación es un derecho, como el derecho a la vida. Derecho es derecho. Tras cada derecho conquistado hay un costo vertido por la inmensa mayoría, por el pueblo, en particular por los jóvenes. Nada cae del cielo. Los derechos tampoco. Esa lección los pobres la aprendieron en la escuela de la calle en el colegio de la resistencia, en la universidad de la lucha.
Sin Gobernar ya Habéis Gobernado
EL MES MÁS LARGO
Julio no ha sido un mes normal. Por lo menos no lo ha sido para todos. Julio dio la sensación de ser un mes interminable. Aún ahora pareciera que continuase. Da la sensación que nos hemos quedado atrapados en ese mes denominado de la patria. Pero, si para muchos hay esa extraña sensación, lo ha sido infinitamente mayor para el señor Ollanta Humala, flamante presidente de la república, que acaba de asumir su mandato, pero en verdad pareciera que lo está concluyendo. Acaso sea porque hay comprobados indicios de ciertas viejas prácticas no propias de alguien que se ha propuesto llevar adelante la denominada “Gran Transformación”.
Más aun, da la humana sensación que el señor Ollanta Humala ya gobernó. Que si su gobierno no ha terminado ya, está al borde de su fin. No solo por el hecho de que sin haber asumido sus funciones ya se le responsabilizaba de todas las repentinas desgracias, principalmente económicas, sino porque la constitución de su primer gabinete ha sido un parto de mil colores, no exactamente del color de los pobres.
Y es que un gobierno si bien tiene un término cronológico, en sentido sensiblemente estricto, llega a su fin –en especial para las inmensas mayorías– cuando apela como línea y forma de conducta y de proceder al pasado, a aquello que es más de lo mismo de lo que está lleno esa República Bicentenaria más feudal que progresista, más conservadora que transformadora.
Definitivamente por eso, apenas el 58.3 por ciento de los pobres en el sur ha visto con buenos ojos su primer Mensaje, señor Ollanta Humala. Cuando esos lugares, esos recónditos sitios perdidos de la pobreza, ahí donde los niños mueren prácticamente sin haber vivido porque la sociedad del llamado crecimiento macroeconómico les niega ese sagrado y elemental derecho, le dio a usted señor Ollanta el triunfo con masivas e inéditas cifras por encima incluso del 80 por ciento en lugares, como Puno, Ayacucho, Huancavelica, Apurimac.
No hay derecho, señor Humala, que usted los ningunee, los trate como los últimos de la fila, simplemente porque usted se asusta frente a las arremetidas de quienes precisamente han sido y son sembradores de pobreza, de hambre, miseria y muerte prematura. Quizá por eso no ha vuelto usted a recorrer esos lugares de pobreza que le dieron el triunfo electoral.
Por eso, señor Humala, los pobres sienten que usted, sin haber gobernado ya ha gobernado. No solo porque usted prometió que el balón de gas costaría doce soles y ahora toda vuestra corte se esfuerza en pretender negar lo que está en blanco y negro, sino porque para usted primero y principal ha sido y es quedar bien con los de arriba, pese a que dijo que el único compromiso que tenía era con el pueblo, con los pobres.
Los hechos prueban todo lo contrario. ¿Para qué diablos sirven sus asesores si no son capaces de fundamentar la necesidad de una Nueva Constitución habiendo argumentos a porfía?
Acaso sea porque nunca se llenaron los zapatos de polvo recorriendo las calles de la pobreza de los pobres, o porque nunca supieron lo que es pasar hambre, menos lo que es morir de pobreza a nuestros hijos, a los hijos del pueblo que son nuestros hijos. ¿Son también los vuestros? No lo parece. No lo son, porque en la vieja sociedad que vosotros defendéis se enseña a querer a los niños, a los hijos, por el ADN, por una cuestión meramente sanguínea, no por sentimiento por el pueblo, ni siquiera ya por la sensibilidad humana.
Por eso, esa extraña sensación que se ha apoderado de la mayoría de peruanos nos hace pensar que usted, señor Ollanta Humala, sin gobernar ya ha gobernado.
Quizá sea porque es más de lo mismo. Porque su Discurso inaugural fue la letanía de “La Gran Transformación”, pero sin un solo hecho que haga pensar que así ocurrirá. Porque “Pensión 65”, “Cunamás”, y otros similares en ninguna parte del mundo pueden considerarse como símbolos de una “Gran Transformación”.
Ciertamente, usted, señor Ollanta Humala, aparece como un conmovedor Quijote, solo que no se enfrenta a molinos de vientos, sino a reales poderes que terminaron asustándolo hace buen tiempo.
Es un Quijote –con las disculpas de ese noble soñador cervantiano– no solo sin armadura, sino sin ideas en verdad transformadoras, sin irreverentes propuestas, sin la necesaria convicción para ir contra la corriente, contra lo dado, contra lo que dicen que es bueno pero que continúa produciendo TBC, indignante mortalidad infantil, niños que para comer y estudiar tienen primero que pasar por inhumanas labores de sobre explotación.
No puede usted pretender, señor Ollanta Humala, quedar bien con Dios y con el diablo. De los poderosos viene ganándose la confianza hace mucho tiempo con hechos por todos conocidos.
Y, ¿la confianza de los pobres, cómo piensa ganársela? ¿Con migajas, con lo que sobra, con lo que queda del Presupuesto, con la paciencia de otros 200 años más de República? ¿Y por qué no les pide usted paciencia a los ricos, a los poderosos? ¿Paciencia para el que nada o menos tiene y atención inmediata –sobona y servil– para el lleno, para el harto, para el que todo lo tiene y quiere más, para el que viene a arrebatarnos nuestros recursos naturales so pretexto de que es para compartirlo con todos los peruanos? ¿Esa es “La Gran Transformación” que usted se ha propuesto? No la queremos.
Cierto, los pobres no le van a dar ni un minuto de tregua. ¿Por qué se la tienen que dar si ello les implica que cada segundo que pasa se cierne la muerte sobre sus hijos apenas nacidos? ¿Por qué si los ricos no quieren perder ni un solo centavo de su riqueza muchas veces mal habida, los pobres si deben seguir perdiendo a sus hijos? ¿Qué vale más, señor Ollanta Humala, la vida de un niño o un centavo con historia y origen de sangre, de despojo, de explotación, de trabajo ajeno?
Es indignante que usted, en su alocución presidencial, apenas le haya dedicado un par de renglones a los niños pobres del Perú que, en unos 15 mil por año, continúan muriendo de pobreza o cuando más del 80 % de los niños y jóvenes padece de anemia.
Quizá su propia conciencia lo acusó cuando dijo “Vengo en son de paz y no de guerra”. Eso, ni más ni menos, se entiende –sin hacer mucho esfuerzo– como que usted, señor Ollanta Humala, no piensa pelear por lo que prometió. Porque, ciertamente, tuvo y tiene que hacer la guerra -en el buen y mejor sentido de la palabra-. Precisamente, por los niños pobres, por los millones de desposeídos que por artificial contradicción sobreviven en medio de una nación rica como ninguna en el mundo. La tiene que hacer, moléstese quien se moleste.
Como lo dijo en el Congreso, pidió a sus adversarios que depongan sus espadas porque usted ya las había depuesto. ¿y cuáles eran las espadas que blandía el señor Humala?¿No eran las de la defensa de la Producción Nacional, la soberanía, el establecimiento de una Asamblea Constituyente para una Nueva Constitución, entre otros?
Todo indica que vuestro gobierno será más sentimental que racional, más emotivo que pensante, más discursivo que operante. Más de palabras que de hechos en favor de los pobres, en suma: más iluso que concreto. Ojalá vuestros meses y vuestros años sigan siendo largos, señor Ollanta Humala, aunque la vida de nuestros niños pobres continúe siendo cada vez más corta.
Los pobres no cobran mérito, señor Presidente –no tienen esa mala manía–, no pasan factura por servir al pueblo de todo corazón, simplemente exigen lo que son sus fundamentales y elementales derechos a un Estado que se ha levantado con base en la sangre, sudor y lágrimas, precisamente de los más pobres.
O, ¿de dónde le cayó la riqueza que concentra a ese Estado que usted ahora administra, no ha salido del lomo de los pobres, de la fuerza transformadora de las mujeres y hombres del pueblo, de la clase? Porque de esas manos transformadoras sale la riqueza. No hay otra forma de generar riqueza, sino con el trabajo.
ECONOMÍA “EL PECADO ORIGINAL” del Pre Capitalismo
Primitiva Acumulación
Escriben: Víctor Sulca, Álvaro Espejo
El genial Carlos Marx planteó cruda, pero acertadamente, que el capitalismo nació bañado en sangre. Y es que el capital, ese del que tan fácil y alegremente hablan algunos, no vino de la nada, ni cayó del cielo como bendición divina. Menos aun provino del trabajo ni del sudor de sus repentinos poseedores.
EL PECADO ORIGINAL
El capitalismo como sistema se levantó sobre su ignominioso momento pre capitalista –su estado fetal, si se quiere entender así o, más exactamente, sus nueve meses de incubación-. Tal fue la Acumulación Originaria, “El Pecado Original” del capitalismo, la “previous accumulation” –“Acumulación Previa”- a la que se refirió nada menos que el padre de la economía, Adam Smith.
Y es que la Acumulación Originaria constituyó un violento y sangriento proceso de despojo, de arrebato, de robo, de asalto delincuencial –ni más ni menos- de los bienes y riquezas de quienes se habían ganado el pan con el sudor de su frente. ¿Acaso de ahí proviene la frase popular de “El zonzo vive de su trabajo y el vivo vive del zonzo”? Lo cierto es que toda Europa y también este hermoso continente nuestro fueron sacudidos por la rapacería pre capitalista.
El capitalismo nació, en buena cuenta, con su “pan bajo el brazo”, pero producto, no de ninguna “bendición divina”, sino del despojo, de la piratería. Los burgueses, minutos antes de nacer, fueron filibusteros.
A SANGRE Y FUEGO
En el Perú, el capitalismo burocrático ha entrado a desenvolverse como capitalismo. En ese propósito, viene llevando adelante –desde el gobierno de Fujimori– una nueva acumulación originaria, también a sangre y fuego. Lo que hemos visto y estamos viendo en lugares como Bagua, Islay y Puno es expresión de ese proceso de mayor despojo y concentración en cada vez menos manos.
En el Perú, son más de 100 años de capitalismo burocrático -116, para ser precisos, desde 1895– y 20 años de neoliberalismo. Luego de este proceso –o, más exactamente, como parte del mismo-, con una guerra interna de por medio que se desenvolvió entre 1980 y el 2000, la sociedad peruana llega a ser capitalista, con la peculiaridad de que continúa dependiendo del imperialismo y con rezagos semifeudales.
Y es bien cierto también que tuvo que haber una guerra en nuestro país para destrabar lastres y taras feudales, que la burguesía nativa no lo supo ni lo quiso hacer en su momento, ni política ni económicamente.
El capitalismo tardío que empieza desenvolverse en nuestro país ha tenido y tiene necesidad de una nueva acumulación originaria. De hecho, a nadie se le ocurre pensar que es la misma que se produjo con el pre capitalismo de hace más de seis o siete siglos.
“Previous accumulation”
De la plusvalía sale más capital -de su proceso–, de la producción capitalista de mercancías, de grandes masas de capital y de la fuerza de trabajo. Todo en medio de un círculo vicioso que parece insalvable.
En concreto, la explotación genera plusvalía, como el despojo fue el instrumento –la chaveta– con la que “la burguesía” pre capitalista perpetró su “pecado original” para su necesaria acumulación previa.
El capitalismo nació no solo con un crimen de conciencia, sino de hecho. Su pasado criminal y delincuencial –su pre historia– fue oleado y sacramentado para dar nacimiento al sistema capitalista. Que después hayan continuado y continúen con las mismas prácticas es otra cosa. El asunto es que su hecho, luego lo convirtieron en derecho.
Se puede afirmar –como dijera Marx–, dando por sobre entendido una acumulación originaria anterior a la acumulación capitalista –a la que Adam Smith llamara “previous accumulation”–, una acumulación que no es fruto del régimen capitalista de producción, sino punto de partida de él.
La acumulación originaria es el proceso histórico de disociación –disculpen el eufemismo– entre el productor y los medios de producción. En buen romance, el productor fue despojado de su producción y de los medios de producción. Se legitima el mundo de los despojados y los “despojadores” –con las disculpas del siempre sensible lenguaje–. Con esta polarización del mercado de mercancías se dan las condiciones de la producción capitalista.
domingo, 7 de agosto de 2011
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