REVISTA CON SENTIDO
Es na revista ayacuchana de análisis que se edita mensualmente. Su circulación se realiza en las ciudades de Ayacucho, Huanta y, desde 2009, en el Valle Río Apurímac, Ene y Mantaro. También circula en algunos puntos de Lima, específicamente en distritos como Villa El Salvador, San Juan de Lurigancho y el Cercado de Lima. Pronto: en Ica, Huancayo, Apurímac, Huancavelica.
jueves, 29 de septiembre de 2016
lunes, 29 de agosto de 2016
Editorial
¿Un problema estructural o de género?
Hace
algunas semanas, el país entero se estremeció con el sonoro y unánime rechazo –concentrado
en una multitudinaria manifestación– en contra de la violencia de género,
específicamente, de la mujer, cuya dignidad, en pleno siglo XXI, sigue siendo pisoteada
gracias al abuso constante de sus parejas o ex parejas. Pero la violencia de
género es solo una perspectiva, la violencia contra la mujer deriva de una
enfermedad social que tiene raíces estructurales. Esto explica por qué muchos varones
arremeten contra sus parejas, pero, también, porqué la sociedad –conformada por
varones y mujeres, niños y ancianos, profesionales y no profesionales, etc.– arremete,
promueve y justifica, de una u otra forma, la agresión contra la mujer en
general.
A
menudo, mujeres maltratadas reclaman un poco de consideración en una estación
policial cuando reciben un trato o una mirada que refleja desprecio y casi una
solidaridad hacia el agresor, antes que a la afectada. Si los agentes son
varones, el trato, inclusive, suele ser cruel y humillante.
En
las radios, las llamadas de varones y mujeres frente a situaciones de agresión,
como los difundidos recientemente a raíz de lo ocurrido con Arlette Contreras
en Ayacucho y Lady Guillén, víctimas de agresión por parte de sus parejas, no
siempre están llenas de genuina indignación. Hay un tufo de hipocresía y que se
libera en espacios más cerrados, donde se justifica la actuación masculina.
¿Acaso no se dice que “la fulana” “era así o asá”?
El
propio Cardenal Luis Cipriani ha llegado a ser estúpidamente insolente y
expresar aquello que está en la cabeza de un sector importante de la sociedad
peruana, que admite que la mujer casi es culpable de sus propias desventuras.
Los
casos abundan. La realidad nos dice que existe un sentido común que apenas ve
con auténtica preocupación la prevalencia de una violencia estructural contra
la mujer. Sigue aceptando que es algo normal o hasta una especie de “derecho”
que tienen los varones sobre sus parejas, acaso es el derecho “natural” del que
habla la Iglesia Católica.
Si
el sentido común acepta esto como algo normal, entonces es la sociedad
conformada por todos sus actores, la que sostiene esta expresión de violencia,
la que alimenta y, a la vez, la que pretende condenar individualizando la
culpabilidad de unos y absolviendo su enorme responsabilidad frente al
problema.
La
sociedad es tanto o más culpable de lo que son cada uno de esos individuos que
someten a sus parejas.
Pero
la solución no está –como profesa el feminismo y los sectores cercanos a esta
tendencia– en invertir los papeles, en hacer que las mujeres agredan a los
varones en clara muestra de dominio, en reemplazar los “roles” de casa por los
roles laborales y sociales demostrando que la mujer ya no calza con las
actividades del hogar; en desplazar a los varones de estereotipos vinculados
con la infidelidad y que sea la mujer, finalmente, la adúltera y promiscua.
La
conciencia social sigue un curso inexorable. Ni los grandes medios de
comunicación, que se alimentan de todos los males de la sociedad, podrán
contener la tendencia de la humanidad. La emancipación de la mujer frente a una
doble opresión, la del hombre y de la propia sociedad, sigue siendo el desafío
de estos tiempos. Se debe entender que no es el hombre solo por ser varón,
sino, porque es el producto de un tipo de sociedad que modela su conducta
social, lo que mantiene sometida a la mujer.
Si
esto no se entiende, se caerá en el absurdo de pretender que los roles se
inviertan para garantizar el supuesto derecho de la mujer a ser mejor que sus
pares. La emancipación de la mujer consiste en no renunciar ni renunciarla a
gozar de sus derechos fundamentales, de sus derechos civiles, políticos y
sociales.
viernes, 26 de agosto de 2016
viernes, 29 de julio de 2016
viernes, 19 de febrero de 2016
sábado, 6 de febrero de 2016
martes, 26 de enero de 2016
Uchuraccay y el siniestro mensaje
Hoy
se cumple 33 años de los fatídicos acontecimientos de Uchuraccay, una pequeña
comunidad andina que alcanzó notoriedad gracias a la muerte de ocho periodistas
y un guía, la tarde del 26 de enero de 1983.
De
los trágicos sucesos se ha escrito mucho, se ha dicho por ejemplo que la muerte
de los periodistas fue el resultado de una fatal confusión. Primero se dijo que
la comunidad entera no hablaba castellano impidiendo cualquier forma de diálogo
entre los dirigentes comunales y los periodistas, que confundieron las máquinas
y equipos fotográficos con armas de guerra, que Uchuraccay vivía aislada de la
civilización, que los autores de la matanza habían sido los subversivos.
Más
tarde, se dijo que uno de los periodistas llevaba una bandera roja, que este elemento,
en medio de una rebelión campesina contra Sendero, había sido el detonante de
la masacre. Ahora, se dice que la razón del abominable crimen contra los
periodistas fue el conflicto histórico entre familias que disputaban el poder
local hasta antes del asesinato de los periodistas. Pero, la verdad es que,
todos estos argumentos, unos más creíbles que otros, solo pretenden abonar
falsas premisas a la tesis de la confusión, al mito de la casualidad y del
error.
Lo
sorprendente de todo esto es que, cada argumento, cada idea o más bien, cada
falacia, ha sido revocada y cuestionada, una y mil veces, por las propias
víctimas.
Esta
afirmación no es simple retórica. Es literal. Los periodistas, antes y durante
el brutal ataque consumado por algo más de 30 comuneros y no por toda la
comunidad, armados todos ellos con huaracas, piedras y hachas; lograron
registrar imágenes de sus captores, de cada detalle del mortal encuentro, del
agitado diálogo, de la cantidad de atacantes, del estado emocional de sus
victimarios, pero, sobre todo, de la indiscutible condición profesional que
ostentaban los hombres de prensa. No cabe duda, se identificaron y demostraron
que eran periodistas. Las extraordinarias fotografías de Willy Retto, uno de
los mártires de Uchuraccay, en el preciso instante de su muerte, dejó el más
increíble testimonio de un crimen alevoso, deliberado y siniestro.
A
33 años de los hechos registrados en las alturas de Uchuraccay, la lógica y el
sentido común han logrado converger gracias a la verdad histórica construida,
no desde onerosos informes oficiales y oficiosos o de opiniones interesadas,
versiones antojadizas, pseudo investigaciones académicas con claro sesgo
ideológico y político; sino, desde la lectura de reconocidos intelectuales que
escribieron la historia desde una orilla menos condescendiente o menos cómplice
con las Fuerzas Armadas.
Según
el historiador Alberto Flores Galindo, el comportamiento de cierto sector de
comuneros uchuraccaínos no fue producto de ningún desencanto contra Sendero.
Fue, más bien, la natural respuesta de quienes habían perdido el control de un
espacio de poder que les era fértil a sus propios intereses y que, hacia
mediados de 1982, contaban con la aquiescencia de las Fuerzas del Orden para
formar parte de un plan –mal o bien elaborado– de ocupación y recuperación
estratégica de territorio perdido en las alturas andinas.
Lo
cierto es que, la llamada “guerra sucia”, realmente comenzó en enero de 1983,
con la muerte de más de una docena de presuntos senderistas en las alturas
iquichanas y con la masacre de 8 periodistas y un guía en Uchuraccay.
Toda
la vorágine de violencia que produjo el mayor genocidio en nuestra patria, que
se extendió principalmente a lo largo de 1983 y 1984, fue el corolario de una
estrategia relativamente implementada y aplicada desde principios de 1982,
cuando las Fuerzas Armadas ya preparaban su ingreso directo y frontal al
escenario del conflicto (Véase las declaraciones de los ex ministros de Guerra
y del Interior de ese entonces).
Esto
es lo que se dijo desde un inicio y se pretendió opacar con tres décadas de
versiones mediáticas, de informes oficiales, con argumentos falaces y míticos
que, si se observa desde una especie de
meta realidad, pretenden responsabilizar a los propios periodistas de su
muerte. Casi, casi, como decir, que los periodistas murieron porque decidieron
ir a Uchuraccay o a Huaychau.
Pero
la verdad histórica precisa que, en Uchuraccay, el viejo poder local conformado por los Varayocs, entre los que se
encontraban Alejandro Huamán Leandro, Dionisio Morales Pérez, Alejandro Morales
Pérez, Sacarías Mauli, entre otros, desde 1981, se resistió a perder el control
de la comunidad y entregarla expeditamente a los subversivos. Mantuvo de forma
paralela y furtivamente el poder en la zona, aun cuando Sendero ya había
instalado una nueva autoridad bajo la figura de un “Comisario”.
Su desafío al grupo armado, desafío que terminó con
la muerte de Alejandro Huamán Leandro, presidente de la Comunidad de Uchuraccay
y acusado de retirar la bandera de los subversivos de una zona alta, no pudo
haberse concretado si Huamán no hubiera estado convencido de que su decisión
tendría algún tipo de apoyo político o militar. Si, como dice la CVR , el PCP SL, había impuesto
su poder, era obvio que enfrentarlo tendría sus consecuencias.
Huamán Leandro, junto con los otros miembros del
antiguo poder local, comenzaron a conspirar contra los senderistas y contra el
nuevo poder impuesto en la comunidad, representado, según dice el mismo
Informe, por Severino Huáscar Morales, a quien luego dieron muerte junto con el
guía Juan Argumedo.
Pero la conspiración, además de aglutinar nuevas
fuerzas, debió buscar el respaldo de las Fuerzas del Orden. Un elemento clave
en este asunto fue Fortunato Gavilán García, Teniente Gobernador de Uchuraccay,
ex licenciado del Ejército, nombrado en esa condición por el Gobierno de
Fernando Belaúnde y obligado por función a dar parte de los hechos que venían
ocurriendo en su comunidad. Uchuraccay no solo mantenía contacto con Tambo,
Huanta y Ayacucho para efectos de comercializar productos, también conservaba
los lazos de una relación con el Estado a través de los reportes que Gavilán y
los otros dirigentes hacían a las Fuerzas del Orden.
La inminente presencia militar en la zona de
emergencia, debía contemplar estos aspectos. La red de informantes (Tenientes
gobernadores, dirigentes campesinos, etc.) diseminada a lo largo de todas las
comunidades, que alimentaban ―ya sea por
obligación o por voluntad propia―
la inteligencia policial, debía ser puesta a disposición de las Fuerzas
Armadas, que preparaban su participación en el conflicto armado interno. Su
ingreso zanjaría cualquier vacilación. Los dirigentes del antiguo poder,
amparados en la intervención militar, dejarían de conspirar y pasarían a la
contraofensiva a través de asesinatos colectivos que no tenía otro propósito
que evidenciar su definición en el escenario de la guerra.
No es casual que la primera matanza colectiva se
haya producido a poco más de dos semanas del ingreso de las Fuerzas Armadas.
Antes de ese momento, las muertes fueron esporádicas e individuales. Después de
entonces, el asesinato en masa pasó a ser una cosa de todos los días.
La idea de confrontar a los subversivos utilizando a
la masa campesina no era cosa nueva. Era parte de la estrategia
contrasubversiva, empleada en Vietnam y en Centro América, ya sea como comités
de Defensa Civil o como rondas campesinas. Las Fuerzas Armadas peruanas lo
sabían, Cisneros Vizquerra, antes de dejar el cargo de ministro de Guerra, lo
supo. La estrategia contrasubversiva implicaba ahorrar bajas militares y hacer
reposar los costos de la guerra en la propia población civil.
La muerte de los periodistas en Uchuraccay, por
consiguiente, fue solo una parte de los resultados provocados por la estrategia
contrasubversiva que venía implementándose desde un año atrás, sino es más, a
cargo del Ministerio de Guerra y del Interior, respectivamente, por medio de
mecanismos de inteligencia que devendrían luego en una espiral de violencia. Es
decir, la actuación de los comuneros de Uchuraccay, Iquicha, Huaychao y de
todas las comunidades que se concentraron en vísperas del 26 de enero de 1983 y
en los días siguientes, fue la consecuencia de la estrategia –que ciertamente
subestimaba la realidad– y de los planes ejecutados por las Fuerzas Armadas.
En esta línea de ideas, nuestra tesis sostiene que
el crimen contra los periodistas y el guía Juan Argumedo, en las alturas de
Uchuraccay, se produjo en el marco de aquel proyecto contrainsurgente orientado
por la estrategia y los planes ya citados, y que se consumó a manos de un grupo
de comuneros, dirigidos por aquellos personajes que, hasta antes de la
presencia regular de los senderistas, gozaban de ciertos privilegios y del
control absoluto del poder local en Uchuraccay. Su relación con las Fuerzas del
Orden, se mantuvo formal, aunque furtivamente, desde mucho antes, hasta el
epílogo de los sucesos. El crimen contra los hombres de prensa, por lo tanto,
se ajustó a la política estatal de eliminar al “enemigo interno”, una
estrategia que, como dijimos, se sustentó en planes, directivas y medidas,
derivadas de la estrategia vigente que se inspiró en la Doctrina de Seguridad
Nacional. Así ocurrió en todos los países donde existían conflictos armados
internos.
Defender la tesis opuesta, sostenida mediáticamente
por comisiones oficiales, que aseguran que los comuneros, todos, actuaron
sometidos por un estado mental marcado por la confusión y el error, es apostar
por aquel mito que excluye a las Fuerzas Armadas del horrendo crimen y, más
bien, responsabilizar a los alzados en armas de ser los responsables, incluso,
de la masacre de los periodistas.
Esto es lo que, a mi juicio, ocurrió en Uchuraccay,
una tragedia que terminó con la vida de ocho hombres de prensa, de un guía y de
una docena de comuneros asesinados en los días previos.
Uchuraccay ha trascendido de lejos el episodio de
triste recordación al que se le pretende reducir. Uchuraccay marcó el inicio
del capítulo más sangriento de la historia política contemporánea e inauguró
una guerra de mensajes simbólicos entre los actores del conflicto. Umberto Jara
señala que, con Nicolás Hermosa Ríos, Comandante General del Ejército en 1991,
se empezaron a dar los mensajes simbólicos, pero estoy seguro que, el primer y
más intenso de este tipo de mensajes, cuya efectividad estuvo plenamente
garantizada, se produjo en enero de 1983.
Después de ese mes, después de enero de 1983, no se
vio a un solo periodista, de tendencia crítica del régimen gubernamental,
emprendiendo una aventura similar. Los contados descubrimientos del resultado
de abusos militares terminaron con la desaparición y asesinato de otros
periodistas, este fue el caso de Jaime Ayala en 1984, de Hugo Bustíos en 1988,
de Luis Morales en 1991 y unos cuarenta periodistas más según el Consejo de la
Prensa Peruana y la Oficina de Derechos Humanos del Periodista.
Los exclusivos vuelos en helicópteros militares, que
le costaba al fisco la suma de 5 mil dólares americanos en gastos de
combustible, solo estaban reservados a la prensa oficiosa. El mensaje simbólico
que lanzaron las Fuerzas Armadas con el crimen de Uchuraccay, no tenía que ser
descifrado, no era necesario. Nadie que portara una cámara fotográfica,
interesado en descubrir miles de fosas clandestinas, volvería a peregrinar por
las cumbres andinas sin estar seguro de encontrarse con una muerte a la usanza
de una guerra clandestina.
A
los periodistas –y no solo a los académicos- nos corresponde seguir en este
largo camino de buscar la verdad. Los periodistas asesinados en Uchuraccay lo
escribieron no solo con su muerte, lo hicieron con sus fotografías y con lo más
precioso que tiene el hombre, con ese suspiro articulado que representa la
palabra, con esa construcción social engendrada en diez mil años llamada
diálogo, demostrando que sin él, que sin el diálogo, solo queda la muerte.
Honor
y gloria a los héroes del periodismo nacional.
jueves, 26 de noviembre de 2015
martes, 24 de noviembre de 2015
FRANCIA Y SIRIA: MASACRE DE IDA Y VUELTA
Ataque en Francia, provocó intensificación de bombardeo aéreo en Siria.
Las
víctimas de Siria y Francia.
Masacre
de ida y vuelta
La
terrible serie de atentados registrada recientemente en Francia ha despertado
una profunda, comprensible y necesaria indignación en la comunidad internacional.
Al
cierre de la presente edición, los muertos superaban los 130 y, los heridos,
llegaban a quinientos.
Los
responsables de esta masacre han sido identificados por la policía francesa
como parte de Isis (grupo jihadista islámico),
una de las tantas organizaciones terroristas que operan en el mundo,
especialmente en Europa, conformada por miles de extranjeros y varios cientos
de franceses fundamentalistas.
Tras
la reivindicación del grupo terrorista, sobre el atentado perpetrado contra
civiles, la duda ha sido despejada acerca no solo de los autores, sino,
fundamentalmente, de los motivos –no justificados– del ataque. Los
fundamentalistas reclaman el cese de la masacre contra su pueblo en Irak, Siria,
Yemén Nigeria y Egipto, y el retiro de las fuerzas de ocupación multinacional, de
la que toma parte Francia.
En
efecto, desde hace más de un año, el ejército francés participa del bombardeo
de suelo irakí sembrando la muerte en muchos hogares de ese devastado país.
Mientras tanto, desde hace aproximadamente dos meses, los franceses se han
sumado a la coalición encabezada por Estados Unidos, en el ataque contra Siria,
lugar de donde provienen los autores del reciente atentado en territorio galés.
Se estima en 22 mil el número de muertos provocados por los bombardeos aéreos
en menos de 60 días y hasta antes del atentado en París. Las víctimas incluyen
miles de niños, mujeres y ancianos.
Este
dramático y rápido balance sugiere dos ángulos en la lectura de los recientes
sucesos. La primera corresponde a la recurrente conducta homicida de grupos
suicidas islámicos que dirigen sus atentados principalmente contra población
civil en aplicación de la ley del taleón, que propone el ojo por ojo: tú matas a mi gente, yo hago lo mismo con
los tuyos. Esto supone dar muerte, a libre discreción, a personas que no
necesariamente están en contra de la causa de estos países árabes, ni de su
religión.
Son
personas de clase media que, a lo mejor, viven a espaldas de las secuelas
causadas por el Estado de su país en territorio musulmán, pero –estamos
seguros– no forman parte de las decisiones políticas que terminan con el ataque
convencional contra los árabes. Por lo tanto, el ataque de los fundamentalistas
contra un teatro y otros establecimientos de alta concentración de personas, a
la luz de un simple razonamiento, no podría justificarse.
Siendo
una guerra de estados y de ideologías, el blanco de cualquier respuesta ante la
ocupación de Iraq, Siria, Nigeria y otras naciones, debieron ser cuarteles
militares o bases aéreas, antes que espacios civiles. Esto ha provocado un
rechazo generalizado y comprensible que terminará por aislar a nivel de la
opinión pública internacional a los musulmanes quienes, lejos de atraer la
sensibilidad y solidaridad de las naciones en contra de la intervención de sus
territorios, han pasado a convertirse en los malos de la película arrastrando
de paso a toda la comunidad árabe, sobre quienes ya existe un estigma bastante
marcado. De paso, le hacen un grueso favor a quienes rechazan su ideología y
religión que, en modo alguno, propone literalmente el ataque contra población
civil o acciones terroristas.
Esto
se observa cuando, el sector más radical de la derecha peruana a cargo del
cardenal Luis Cipriani, miembro del Opus Dei, califica al islamismo como “la
religión del terror”, atribuyendo un fundamento a la conducta homicida de los
jihadistas que actuaron recientemente en Francia. Pero Cipriani olvida que
durante siglos, a expensas de la religión que supone representar, los estados
europeos, principalmente el español, inglés y francés, eliminó a través de “guerras
santas”, de la hoguera y de la horca, a miles de personas que cuestionaban –sin
necesariamente actuar– los dogmas de la iglesia romana.
La
búsqueda por atacar a la ideología islámica y a todas las ideologías no
occidentales no es gratuita. Se pretende juzgar a ese cuerpo organizado de
creencias, no siempre sustentadas en un conocimiento racional y lógico, como la
causa de los males de la sociedad y, de paso, evadir la responsabilidad de los
hombres o de grupos políticos religiosos en la inadecuada o sesgada interpretación
de aquellas ideologías.
El
otro ángulo de la lectura sobre lo sucedido en Francia exige no descuidar el
papel de los estados encabezados por Estados Unidos y la OTAN que, en su afán
expansionista, arrasan pueblos enteros de territorios ricos en recursos
energéticos. La muerte de más de 22 miles personas, solo en los últimos dos
años, reclama diferenciar la conducta de los terroristas islámicos, de la
conducta de un pueblo que clama vivir sin la rémora de la opresión interna o
externa.
jueves, 19 de noviembre de 2015
miércoles, 18 de noviembre de 2015
Accidente en Vía Los Libertadores deja 5 muertos y 27 heridos
Comunicado de la DIRESA sobre accidente en vía Los Libertadores: 27 heridos y 5 fallecidos
La
Dirección Regional de Salud de Ayacucho a través del Centro de Operaciones de
Emergencias (COE) comunica a la colectividad ayacuchana lo siguiente:
1.
Hoy,
18 de noviembre, la empresa de transporte interprovincial Rey Bus que se
dirigía de la ciudad de Lima hacia Ayacucho sufrió una volcadura en la vía Los
Libertadores a la altura de la localidad de San Felipe, del distrito de Pillpichaca
de la provincia de Huaytará - Región Huancavelica. El hecho ocurrió
aproximadamente a las 04: 00 de la madrugada.
2.
Como
consecuencia del accidente, hasta el momento se han reportado 27 heridos,
quienes vienen recibiendo atención médica en el Hospital Regional de Ayacucho y
en el Hospital de Jesús Nazareno. Se detalla la relación de heridos:
N°
|
NOMBRE Y APELLIDO
|
EDAD
|
LUGAR DE ATENCION
|
01
|
Adolfo Mancha
Palomino
|
40
|
Hospital Regional de
Ayacucho.
|
02
|
Leonor Pozo
Altamirano
|
33
|
Hospital Regional de
Ayacucho.
|
03
|
Feliciano Ramírez
Mallqui
|
63
|
Hospital Regional de
Ayacucho.
|
04
|
Ayde Cayllahua
Castillo
|
26
|
Hospital Regional de
Ayacucho.
|
05
|
Nila Espinoza
Bautista
|
42
|
Hospital Regional de
Ayacucho.
|
06
|
Silvestre Mitma
Huamaní.
|
52
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
07
|
Dayron Sulca Curo
|
1
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
08
|
Gloria Curo Solis.
|
30
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
09
|
Pelagia Aquilina
Laurente Torres de Reátegui.
|
59
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
10
|
Fredy Victorium
Vílchez.
|
47
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
11
|
Romel Pérez Peña.
|
32
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
12
|
Luisa Alarcón
Baigorrea
|
75
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
13
|
Feliciana Alarcón
Baigorrea
|
55
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
14
|
Maribel Quispe Rojas
|
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
15
|
María Grados Gómez
|
48
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
16
|
Zenobia
de la Cruz Tenorio
|
35
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
17
|
Saturnina
Fernández Cuadros
|
59
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
18
|
Ángela
Zapata Chumasero
|
22
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
19
|
Leonor
Pisco de Ramírez
|
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
20
|
Hugo Hernán
Jaramillo Vergara
|
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
21
|
Enma
Tipe Gómez
|
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
22
|
Blanca
Ramos padilla
|
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
23
|
Sonia
Elizabeth Oncebay enciso
|
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
24
|
Antonio
Pomasoncco Loayza
|
56
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
25
|
Robert
Bendezú Méndez
|
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
26
|
Silver
Paucar Fernández
|
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
27
|
Carolina
Chávez Oncebay
|
|
Hospital
Regional de Ayacucho.
|
3.
Asimismo,
se han reportado 5 fallecidos hasta el momento, de los cuales se ha
identificado a dos personas que se detallan a continuación:
-
Curi
curihuamán De Aguilar, Teófila (59)
-
Anccassi
Taquiri, Eduardo (26)
4.
De
acuerdo a los reportes del COE DIRESA Ayacucho, se informará en los próximos
minutos.
Ayacucho, 18 de noviembre del 2015
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