martes, 24 de noviembre de 2015

FRANCIA Y SIRIA: MASACRE DE IDA Y VUELTA


Ataque en Francia, provocó intensificación de bombardeo aéreo en Siria.


Las víctimas de Siria y Francia.
Masacre de ida y vuelta

La terrible serie de atentados registrada recientemente en Francia ha despertado una profunda, comprensible y necesaria indignación en la comunidad internacional.
Al cierre de la presente edición, los muertos superaban los 130 y, los heridos, llegaban a quinientos.
Los responsables de esta masacre han sido identificados por la policía francesa como parte de Isis (grupo jihadista islámico), una de las tantas organizaciones terroristas que operan en el mundo, especialmente en Europa, conformada por miles de extranjeros y varios cientos de franceses fundamentalistas.
Tras la reivindicación del grupo terrorista, sobre el atentado perpetrado contra civiles, la duda ha sido despejada acerca no solo de los autores, sino, fundamentalmente, de los motivos –no justificados– del ataque. Los fundamentalistas reclaman el cese de la masacre contra su pueblo en Irak, Siria, Yemén Nigeria y Egipto, y el retiro de las fuerzas de ocupación multinacional, de la que toma parte Francia.
En efecto, desde hace más de un año, el ejército francés participa del bombardeo de suelo irakí sembrando la muerte en muchos hogares de ese devastado país. Mientras tanto, desde hace aproximadamente dos meses, los franceses se han sumado a la coalición encabezada por Estados Unidos, en el ataque contra Siria, lugar de donde provienen los autores del reciente atentado en territorio galés. Se estima en 22 mil el número de muertos provocados por los bombardeos aéreos en menos de 60 días y hasta antes del atentado en París. Las víctimas incluyen miles de niños, mujeres y ancianos.
Este dramático y rápido balance sugiere dos ángulos en la lectura de los recientes sucesos. La primera corresponde a la recurrente conducta homicida de grupos suicidas islámicos que dirigen sus atentados principalmente contra población civil en aplicación de la ley del taleón, que propone el ojo por ojo: tú matas a mi gente, yo hago lo mismo con los tuyos. Esto supone dar muerte, a libre discreción, a personas que no necesariamente están en contra de la causa de estos países árabes, ni de su religión.
Son personas de clase media que, a lo mejor, viven a espaldas de las secuelas causadas por el Estado de su país en territorio musulmán, pero –estamos seguros– no forman parte de las decisiones políticas que terminan con el ataque convencional contra los árabes. Por lo tanto, el ataque de los fundamentalistas contra un teatro y otros establecimientos de alta concentración de personas, a la luz de un simple razonamiento, no podría justificarse.
Siendo una guerra de estados y de ideologías, el blanco de cualquier respuesta ante la ocupación de Iraq, Siria, Nigeria y otras naciones, debieron ser cuarteles militares o bases aéreas, antes que espacios civiles. Esto ha provocado un rechazo generalizado y comprensible que terminará por aislar a nivel de la opinión pública internacional a los musulmanes quienes, lejos de atraer la sensibilidad y solidaridad de las naciones en contra de la intervención de sus territorios, han pasado a convertirse en los malos de la película arrastrando de paso a toda la comunidad árabe, sobre quienes ya existe un estigma bastante marcado. De paso, le hacen un grueso favor a quienes rechazan su ideología y religión que, en modo alguno, propone literalmente el ataque contra población civil o acciones terroristas.
Esto se observa cuando, el sector más radical de la derecha peruana a cargo del cardenal Luis Cipriani, miembro del Opus Dei, califica al islamismo como “la religión del terror”, atribuyendo un fundamento a la conducta homicida de los jihadistas que actuaron recientemente en Francia. Pero Cipriani olvida que durante siglos, a expensas de la religión que supone representar, los estados europeos, principalmente el español, inglés y francés, eliminó a través de “guerras santas”, de la hoguera y de la horca, a miles de personas que cuestionaban –sin necesariamente actuar– los dogmas de la iglesia romana.
La búsqueda por atacar a la ideología islámica y a todas las ideologías no occidentales no es gratuita. Se pretende juzgar a ese cuerpo organizado de creencias, no siempre sustentadas en un conocimiento racional y lógico, como la causa de los males de la sociedad y, de paso, evadir la responsabilidad de los hombres o de grupos políticos religiosos en la inadecuada o sesgada interpretación de aquellas ideologías.
El otro ángulo de la lectura sobre lo sucedido en Francia exige no descuidar el papel de los estados encabezados por Estados Unidos y la OTAN que, en su afán expansionista, arrasan pueblos enteros de territorios ricos en recursos energéticos. La muerte de más de 22 miles personas, solo en los últimos dos años, reclama diferenciar la conducta de los terroristas islámicos, de la conducta de un pueblo que clama vivir sin la rémora de la opresión interna o externa.




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